Madre Oyá, Guerrera poderosa,
que eres dueña de los vientos de la muerte,
y que habitas en el cementerio.
Con tus nueve rayas en el rostro
y tus nueve sayas de colores,
luces tu majestuosa presencia,
haciendo remolinos así en lo alto como en lo bajo,
y con tu risa arrastras con todo lo malo,
llevándote las enfermedades
a donde a nadie le alcancen.
Hoy, te muestro mi respeto,
y el saludo de mi corazón,
allí en el cielo, donde tu moras,
luciendo en tu mano la centella,
y escucho con alegría tu palabra.