.
.

LA PARTIDA DE OLODUMARE



Al principio, toda la creación vivía en relativa armonía. Pero con el paso del tiempo, los humanos comenzaron a hacer la guerra entre ellos. Olofi tuvo dificultad comprender los caminos de los humanos. Como la encarnación misma de la paz, la mentira acabó por desconcertarle en su lucha con los humanos. Aunque habia sido fácil crear la tierra, se esforzó mucho para asegurarse de que funcionara de manera eficiente.

Estaba aún más perturbado por Ayaguna, el orisha de la pendencia, que parecía fomentar la discordia entre los humanos. Cuando Olofi reprochó a Ayaguna, el orisha explicó que para que el mundo se desarrolle y progrese, debe haber competencia. Cuando dos individuos luchan por lo mismo, el que es más capaz lo conseguirá y obtendrá el éxito, asegurando el avance de la civilización. 

Desilusionado por la respuesta de Ayaguna, aún convencido de la verdad pronunciada por el orisha, Olofi pensó que que quizá sería mejor si dejaba de interferir en los asuntos de los humanos.


Entonces Olodumare, como Olofi, decidió partir de la tierra, una decisión que también estuvo motivada por los orishas ya que comenzaron a insistir a Olofi, con exigencias continuas y tramando y conspirando para destronarle.

Los orishas conspiraron para desafiar a Olofi como dueño del mundo, creyendo que se estaba volviendo demasiado viejo y débil, a pesar de que todos tenían miedo de confrontarlo directamente. 

Un día, mientras un grupo de ellos discutía cómo vencerlo, recordaron que Olofi le tenía un miedo mortal a los ratones. Decidieron atraparlo en una casa llena de ratones, convencidos de que o moriría de miedo o se iría para siempre. 

Sin embargo, no se dieron cuenta de que Elegguá, que no era parte de su camarilla, estaba escondido por la puerta, como solía estarlo. Cuando llegó el día en que decidieron realizar su conjura, los orishas lo invitaron a una fiesta. Tan pronto como entró en la casa las puertas se cerraron detrás de él y los ratones fueron liberados. Incapaz de escapar, Olofi trató de esconderse, pero con cada puerta que abría aparecían más ratones. Pero cuando parecía que todo estaba perdido, apareció Elegguá y comenzó a comerse todos los ratones, uno por uno, salvando así a Olofi de una muerte segura.

Aunque este complot fracasó, Olofi estaba cansado de estar involucrado en los asuntos de humanos Así que dejó la tierra, entregándosela a los orishas. Se le ve hoy como un una especie de propietario jubilado o ausente, que nunca baja a la tierra, porque el universo es tan vasto, que ya no tiene el tiempo o la inclinación para involucrarse en los asuntos de los humanos. Como el supremo Creador de todo lo que existe, todavía exige y espera el respeto y la veneración de su creación. Todavía se le menciona en cada oración, y aún guarda los secretos de la creación; simplemente ha relegado todos los asuntos terrenales a los orishas. Escucha disculpas y da su ashé a los orishas, ​​pero ninguno de ellos jamás será su igual.

Los santeros ni adoran ni ofrecen sacrificios a Olodumare, por que como Dios supremo es demasiado grande, santo y elevado para entremezclarse en la mezquindad de los asuntos humanos. Además, ¿por qué ofrecer sacrificios a un Dios que no necesita nada de estos? Para esto están los orishas, ​​que tienen necesidad de sacrificios y es a quien recurren los humanos. 

Olodumare, por otro lado, es distante; creó un abismo entre su hogar y este mundo cuando abdicó de su vida terrenal para dedicarse a la búsqueda de su propia felicidad. De hecho, nadie en el universo sabe donde reside a excepción de dos orishas, ​​Obatala y Elegguá.


No hay comentarios: