Cuando el oficiante entra en conexión con el Orisha se puede considerar que tiene un gran poder, pudiendo influir en los creyentes, dando ordenes y consejos; de ahí lo extraordinario de ello. Es también ésta la fuerza de ordenación para el creyente, es la fuerza del código ético y conductual, también una mala influencia que sirve de excusa o catarsis en la “tavola rasa” que supone la personalidad humana. El libre albedrío es temporalmente abolido por la decisión de la posesión. Aunque sería más correcto denominar a estas ceremonias como hierofanías, ya que los dioses se manifiestan ante los creyentes, desde dentro y desde fuera; a veces provocan miedo y terror, en otras ocasiones una admiración numinosa.
Todos los rituales santeros de éxtasis son manifestaciones de dioses, personificaciones de la esencia poseyendo a seres humanos, donándoles sus presuntos poderes, entrando en comunión con él, “montándolos”.
En el tambor Yoruba tampoco resulta casual y sí causal, que el palo sagrado, la baqueta16, esté decorada con los atributos del dios Changó, denominándola oshé-Changó; dónde oshé tiene la forma ritual del hacha doble y bífaz. Una forma muy similar al labrys de la mitología mediterránea cuando representaba el rayo en la mano de Zeus. Otro elemento más de cercanía y relación entre las culturas del Egeo y del Niger.
Buena parte de estas celebraciones y cultos se asemejan a los practicados en la etapa crepuscular de Roma y Grecia, presentes en la periferia del Imperio Romano. Aunque con diferentes características, no eran lo mismo los cultos a Eleusis y a Dionisos, que el Orfismo o el extendido culto a Mitra, verdadero competidor del Cristianismo en el Bajo Imperio Romano y de dónde éste sacó el formato de la Natividad de Cristo, celebrado previamente como nacimiento de Mitra. Los cultos Mistéricos clásicos muestran puntos en común con la Santería, son, como la amplia mayoría de religiones, protecciones frente a los males y desgracias individuales y grupales, aunque más centrados en lo mundano; no están tan orientados en la salvación metafísica. El secretismo en la explicación del culto y su liturgia puede ser debido a razones defensivas, para evitar represalias de comunidades más fuertes, o también un intento de exclusivizar elitísticamente al creyente de determinado culto.
De cualquier forma, la asunción de toda religiosidad lleva inevitablemente a una sensación de “bendición divina”, fortalecida por ritos de tránsito o iniciáticos. Estas religiones mistéricas tuvieron una fuerte presencia en el mundo grecolatino, santificándose a dioses importados, frigios como Cibeles y Mitra o egipcios cómo Anubis; pero su éxito es posible que tuviera que ver con la excesiva institucionalización y lejanía personal de los pabellones olímpicos. Augusto lucho abiertamente contra esta forma de paganismo, Tiberio fue incapaz, más tarde el cristianismo medieval y renacentista articularía la caza de brujas. Confluyeron en América estas características, clandestinidad cultural y persecución, exclusividad y autoestima, necesidad de cercanía del culto. Los iniciados al identificarse o ser señalados directamente por la divinidad experimentan privilegios redentores, también anticipan una comunión con la divinidad que les hace vislumbrar poderosamente la inmortalidad tras la muerte.
Así mismo los cultos mistéricos tienen en común una fuerte base chamánica, un poco más que en todas las religiones, y se bifurcan en variaciones más complejas. La Santeria se englobaría en estas mistagonías. Otro punto en común sería la música, como creación colectiva, también la narración literaria parte de la creación anónima, coral y oral, también ritual. Aunque el culto Santero es más abierto que su ancestro africano, ambos yorubas, sigue teniendo un aura secreta, de silencio, de “cerrar la boca” (raíz griega “mys”). Ante lo oculto y lo que debe así permanecer.
Estas ceremonias reservadas, cuando no secretas, están destinadas a una iniciación efectuada por ritos, sacrificios o revelaciones orales en presencia de un dios o varios, ascendiéndolo a un plano superior de existencia. Mistéricos son los mencionados griegos, también los helenísticos del Imperio de Roma, desde los de Serapis, Atargatis, Adonis y el persistente Mitráico, ya los hemos mencionado; pero también son los de Próximo Oriente Antiguo, como los de Cibeles y Atis de Frigia y, muy especialemente, el africano de Osiris, de dónde creemos que antecede el marco general de creencias africanas.
En la base de la Santería estaría doblemente presente el culto mistérico a Osiris y el dogma revelado de la teología cristiana, en este sincretismo se manifiestan ámbas tendencias, tanto la del éxtasis cristiano, dónde se mezcla una naturaleza mórbida, con aparición de alucinaciones y fantasmas, y otra más mística, de unión con la divinidad y de cambio espiritual, una cierta beatitud. La religiosidad osiriana mantiene el drama humano y divino de la resurrección de una divinidad vinculada al ciclo de la naturaleza. En el curioso libro de Marcel Detienne, “La muerte de Dionisos”, se plantea las vinculaciones evidentes entre religiosidad y realidad política- social; comienza explicándonos como el Dionisos niño es devorado por los Titanes, y que en ese canibalismo simbólico subyacen metáforas políticas y obsesiones ideológicas, al igual que en el Orfismo y en el Pitagorismo. Estos últimos cambiaron de régimen alimenticio, con su negativa a comer carne, como una manifestación de rechazo a la organización política y los hábitos de la Polis.
“Al igual que el Pitagorismo, del que es contemporáneo, el Orfismo es un movimiento de protesta religiosa que se define mediante una actitud de rechazo de todo un sistema político-religioso organizado en torno a los Olímpicos y a la distancia que separa a los hombres de los dioses”, sostiene Detienne.
La Santería también es una religiosidad de oposición al pensamiento católico opresor del esclavista colonial y luego del criollo burgés. El Orisha, como el eros órfico suplirá el desgarramiento cultural y jerárquico, creándo nuevas vinculaciones sociales. La mística órfica se refugiará en el corpus filosófico de Platón, aprovechando su marco metafísico.
Los órficos son contrarios a los sacrificios sangrientos del culto dionisiaco griego, es una manera de oponerse a la violencia y dominación de la estructura de la Polis. El mito de la muerte de Dionisos, como otros mitos griegos, surgen de una matríz insolidaria, de recreación de un ser humano de naturaleza violenta. Los santeros también recrean una tradición que se aparta de la original para esgrimirla como una señal de identidad anímica frente al absolutismo de la liturgia del Dios católico.
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