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LA RELIGION PRIMIGENIA AFRICANA


En toda religiosidad primigenia, en la africana también, se produce una antropomorfización de las fuerzas naturales: La Regla de Osha, base argumental de las creencias santeras, acepta que toda la realidad material está sostenida por fuerzas o espíritus de perfil humanoide. Por tanto, está sujeta al odio, al amor, a la moral y a los sentimientos que nos hacen humanos. 

Muchos de esos espíritus seguirían el principio kármico de que las acciones inmorales acarrean funestos resultados, ajustándose a una cierta simetría cósmica, oscura y perversa a veces, aunque dentro de los principios de equivalencia y semejanza. Esas fuerzas o espíritus han pasado, durante un tiempo lento y lejano (la temporalidad mítica), a convertirse en semidioses humanos. 

Siguiendo éste razonamiento, para sus creyentes, en toda acción humana está la encarnación de un espíritu; en el nacimiento y en la muerte, en la guerra y en el baile, en el comercio y la caza, si acudimos al espíritu responsable de esa acción podemos influir en él. Esta interpretación mística de la realidad es africana en esencia, en el caso santero proviene en concreto de los mitos Yorubas de Nigeria. 

En la propia litúrgia se manifiestan diferencias entre el africano y el cubano, en este último el templo es móvil, puede ser la casa de cualquier oficiante y éste puede ser cualquier creyente con armonía con el Orisha, no una casta familiar de sacerdotes que velan por la tradición. Diferencias lógicas, ya que la fragmentación de la esclavitud hizo que los cultos se hicieran más abiertos y cercanos a la gente. 

La familia privilegiada con Orisha protector se eliminó en Cuba, liberalizando el culto a todo el creyente, el cuál conoce a su Orisha protector por una norma práctica denominada Oráculo de Ifá; las piedras y los caracoles son representaciones simbólicas de ello. 


Los Orishas suponen una hominización de las fuerzas/ ciclos naturales y también una sacralización del antepasado. La figura humana del dios que se concilia con el ser humano es también una solución inconsciente al antiquísimo conflicto del hombre y la naturaleza. En estas ceremonias, en la mayoría de casos, se llega a la posesión sagrada, aunque haya entre el oficiante santero y el Orisha el protocolo que exige la litúrgia y la ritualidad. 

La santeria crea un doble escalafón mítico, unos dioses con poderes y representaciones especializadas, con una narración/ itinerario propio, sin intermediaciones, con sentimientos y pulsiones humanas; muy parecidos a las castas Vedícas u Olímpicas. Otro más distante, más numinoso y complejo: Un dios demiurgo Oluddumare, inmediatamente después Olofi y Olorun, elementos mediadores, y después los Orishas, con los Eggúns como mediadores familiares, que no dejan de ser más que antepasados deificados; también pueblan este panteón los duendes seváticos y otros fantasmas. Oluddumare es el ser superior, sin equivalencia a fuerzas naturales, es el dios que otorga favores, sabiduría y poder mágico. Ni tiene forma alguna, ni carácter humanizado, está en todo el Universo, representa todo lo bueno, también todo lo malo, es la representación máxima de todo lo existente, material y espiritual. 

Podríamos decir provocativamente que Oluddumare es la Via del Ser Necesario de Tomás de Aquino: Es este Dios máximo inhumano, etéreo, místico, cuasi búdico. Ante la muerte todos los hombres son iguales y por ello se elevan al cielo a postrarse ante él. Y siempre cerca del ser supremo Oluddumare está Olofí, que es el fabricante del mundo y todo lo que contiene, también de los Orishas, de ahí que el sincretismo santero lo iguale a Cristo; mientras Olorun sería como una plasmación de esas abstracciones místicas, representaría al sol, como fuerza vital y de equilibrio, creador de vida, de ciclos naturales, de la luz y de la noche. Esta última es facilmente rastreable en el pasado africano, por supuesto en sus raíces Kemitas, en el Egipto dinástico. 

La propia estructuración del poder político/religioso africano (Siempre juntos, ¿podría ser de otra manera...? 

Se articula en torno a la figura del rey divinizado, que tan bien representa en Kemit el Faraón: En él se unifican los poderes de la Naturaleza, que son clave en la litúrgia religiosa, siendo su centro chamánico, también su centro social y cósmico, representando la regeneración cíclica del mundo natural. Tampoco esta plurimorfa creencia de diversidad de dioses está exenta de maniqueismos, del habitual planteamiento dualista, en este caso contraponiendo a Shangó con Oggún. El mito yoruba santero suma las polaridades occidentales, presentes en el conflicto tópico de nuestro pensamiento: La conciencia frente al instinto, el racional Super-yo frente al ancestral Ello, el indivíduo frente a la colectividad, ruptura muy unida a la innovación y la tradición, lo masculino frente a lo femenino, el destino frente a la voluntad. 

El viejo conflicto de separación entre el ser humano y la naturaleza sigue encostrado en nuestro cristianismo, y se expresarían en odios como el de Jean Calvino y Agustín de Hipona hacia la sexualidad, hacia el instinto o hacia el cuerpo y su metabolismo; también se reflejaría en el miedo ante las catàstrofes naturales. Para algunos es el choque interior o el conflicto freudiano entre el yo social y cívico frente al instinto atávico, los principios genéticos ante la conciencia social, que a veces el cristianismo hizo desembocar en ascetismo primigenio. Maniqueismo militantes como el marxista, el trabajo proletario vence al capital burgés, o místicos en Agustín de Hipona, el espíritu venciendo a la materia. El bueno de Nietzche creyó que la dicotomía maniquea en torno a la racionalidad y a lo pasional era uno de los emblemas de la cultura helénica, y posteriormente de la Occidental, pero la presencia del extásis orgiástico y la responsablidad social, con su inevitable enfrentamiento (o su retroalimentación), son esenciales a cualquier anàlisis de la trascendencia... La separación mental y el viejo conflicto vienen de lejos, cuando el Neolítico convierte la caza en ganadería y la recolección estacional en agricultura, cuando la Ilustración y las Revoluciones Burgesas refinan esa concepción con la industrialización y la deificación de la Tecnología. 

Más tarde, el control de la producción primaria y la especulación financiera por el mundo capitalista ahondan más en este paradigma. Cuando aún se alzan las preguntas de Hobbes entre la autoridad del gobierno y el estado salvaje del hombre...Se justifica la necesidad de un único dios-padre demiurgo, redentor y castigador. En cambio, para el pensamiento africano, el dios demiurgo es de una excesiva lejanía metafísica, casi de una abstracción escolàstica, en éste las fuerzas de la naturaleza nunca han sido vencidas metafóricamente, como en el caso de los Titanes helenos y nórdicos. No existe separación entre la Naturaleza y el Hombre en Africa, aquella y sus manifestaciones permanecen, sin conciencia, azarosas, primigenias y espectantes a ser hominizadas: 

Son los Orishas, el panteón de mitos que antropomorfizan las diversas caras de la divinidad.



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