.
.

YEMANYÁ. OGGÚN. CHANGÓ.



La lista de todos los orishas es larga, por supuesto procelosa, además se bifurcan en avatares que modifican la acción y la tendencia vital del Orisha. Como muestra, digamos que representativa, mostraríamos a tres: Changó, es en sí mismo una síntesis del clásico dios de la guerra (muy indoario, dicho sea de paso...) con un espíritu dionisiaco, es dios del rayo y la guerra, del fuego, del tambor batá, de la música y la potencia viril. 

A esas características suma un aspecto de jinete fuerte y valeroso, con unos bailes rituales de ostentación fálica, dónde mezcla la violencia en la batalla con la cópula sexual instintiva y frenética. Se ha camuflado en Santa Bárbara, dándole también, según una leyenda de transformación y huida, un sexo doble, mitad del año hombre y mitad mujer. 

Aunque reúne características similares, su distanciamiento del anterior es radical: Oggún es hermano de Changó, pero por lujuria se pelean por la misma mujer, la concubina Oyá, y también por una ofensa hecha a la madre de ámbos, Yembó. Es el hermano menos triunfador, más vinculado al lado femenino, aunque también es dios de la fuerza, lo vital y la virilidad. Mezcla la atracción por la fiesta y el tambor con la meditación y el control mágico sobre el tablero de Ifá. 


Yemayá es una deidad fluvial, posteriormente se convierte en dueña de las aguas y simbolización del mar, elemento clave de la vida; es como una Afrodita que nace del mar y que emana vida de manera matriarcal. Pero su vertiente es decididamente de madre, justiciera y protectora de los suyos, madre edípica y amorosa que cuida a todos sus hijos, también del resto de los Orishas. Como la Hera griega, reina madre universal, firme ante el varón dominante, extraordinariamente dura y colérica frente a la desobediencia. En sus diferentes vías de presencia puede ser la más anciana de los Orishas, vigilante de los ríos, lagos, manantiales límpidos y claros, aunque también de las aguas residuales, que presagian muerte. Está presente en la espuma de mar que levantan los barcos, por lo que es benefactora de la pesca y la navegación marina, también de los riachuelos boscosos y selváticos; y es la diosa de las profundidades abisales del mar, lo que le otorga una presencia benefactora pero también oscura y mística. Es un Orisha primordial, presente con las misma forma en el pabellón vudú y candomblé. 

Tras la celebración el 8 de septiembre de la festividad de Nuestra Señora de la Virgen de Regla, patrona del puerto de San Cristobal de La Habana, está presente la imagen negra de la Orisha Yemayá, sincretizándose la figura mariana de esta virgen del sur de España por la deidad yoruba. Resulta irónico que en 1915 los mambises, veteranos de la guerra de independencia, pidieran al Papa Benedicto XV que la Virgen de la Caridad del Cobre fuese proclamada Patrona de Cuba; para buena parte de afrodescendientes ésta estaba personificada por Ochún, orisha femenina muy sexualizada, acuátiva y vinculada al color amarillo y cobrizo. 

Éste es un panteón sencillo en su complejidad: El Orisha habita físicamente en las piedras, no es en sí la piedra, si no que en ellas está su conexión, cómo si de ellas emanara una vibración que lo vinculara. También dos elementos son claves en la liturgia, una es la ofrenda que da el oficiante al Orisha, el Ebbó, y posteriormente está el don o gracia que el Orisha da al creyente, el Ashé. 


No hay comentarios: