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OLODUMARE, OBATALÁ Y ORISAOKO


El orisha Olodumare, el Dios Supremo, originalmente vivía en la parte inferior del cielo, dominando interminables extensiones de agua. Un día, Olodumare decidió crear la Tierra y envió un emisario, el orisha Obatalá, para realizar esta tarea. Olodumare le dio a Obatalá los materiales que necesitaba para crear el mundo: una pequeña bolsa de tierra suelta, una cadena de oro y una gallina de cinco dedos.

Obatalá recibió instrucciones de usar la cadena para descender del cielo. Cuando llegó al último eslabón, apiló la tierra suelta sobre el agua. A continuación, colocó a la gallina sobre el montón de tierra y le ordenó esparcir la tierra con los dedos de los pies sobre la superficie del agua.

Cuando esto terminó, Obatalá subió la cadena al cielo para informarle su éxito a Olodumare. Olodumare envió entonces a su asistente de confianza, el camaleón, para verificar que la tierra estuviera seca. Cuando su ayudante le aseguró que la Tierra era sólida, Olodumare nombró a la Tierra “Ile Ife”, la casa sagrada.

Antes de retirarse al nivel más alto del cielo, Olodumare decidió distribuir sus poderes sagrados (aché). Unió a Obatalá, el orisha de la creación, y Yemayá, la orisha del océano, quienes dieron a luz a un panteón de orishas, ​​cada uno de los cuales poseía una parte del poder sagrado de Olodumare. 


Por fin, el poder divino de Olodumare se dispersó. Entonces, un día, Olodumare los llamó a todos desde la Tierra al cielo y le dio a Obatalá el poder sagrado para crear la vida humana. Obatalá volvió a la Tierra y creó a nuestros antepasados, dotándolos de su propio poder divino. Todos somos descendientes de las primeras personas de la ciudad sagrada de Ile Ife; todos somos hijos de Olodumare, el orisha sagrado que creo el mundo.

Cada orisha tiene diferentes caminos, caminos, sobre los cuales proyectar un aspecto diferente de sus poderes. En cada camino, el orisha tiene un nombre diferente, uno que identifica los poderes particulares que se manifiestan. Obatalá tiene varios caminos en los que aparece como hombre, otros como mujer, joven guerrero o anciano sabio. En estas variadas manifestaciones Obatalá es llamado Orisha Ayé, Obatalá Orishanla, Obatalá Igba Ibo, Obatalá Oba Lufon, Obatalá Ocha Grinan, Obatalá Ekanike, Obatalá Acho, Obatalá Oba Moro, Obatalá Alaguema, Obatalá Talabi, Obatalá Yeku-Yeku y Obatalá Ayáguna.
 
Obatalá Ayáguna, es un joven guerrero feroz que monta un caballo blanco y blande un bastón en una mano y una espada en la otra. Una vez fue un rey que luchó en muchas guerras hasta que llegó a Asia. Sus hijos se identifican por llevar un eleke blanco, con una cuenta roja. Cuando posee a sus hijos en una ceremonia de tambores, baila como si estuviera en una batalla. Los hijos de este orisha comparten sus cualidades guerreras en la defensa de las causas justas.

Según la leyenda, Obatalá Ayáguna fue retado por un enemigo a competir en un concurso. Cuando vieron lo joven que era Ayáguna, sus enemigos asumieron que Ayáguna no poseía la fuerza para enfrentar el desafío. Enojado por la incredulidad de sus enemigos, Ayáguna los desafió a demostrar quién era el mejor guerrero. Sus enemigos entraron en batalla y al día siguiente cortaron 201 cabezas humanas, que llevaron a Ayáguna para mostrar su valentía. Ayáguna dio batalla el mismo día y esa tarde trajo 201 cabezas y las colocó ante sus enemigos. Para asegurarse de que no había duda de su valor, procedió a cortar las cabezas de sus enemigos.

Olodumare creó a Obatalá a su imagen. Obatalá es el padre de todos los orishas, ​​y su palabra es ley. En Obatalá nacieron el día y la noche; es decir, la vida y la muerte, el bien y el mal. Como hijo de Obatalá Ayáguna, uno posee las cualidades guerreras de este orisha, pero hay que cuidarse de controlar el temperamento.

Según nuestras leyendas, Orí fue ante Olodumare y pidió venir a la Tierra. Olodumare concedió el deseo con condiciones específicas. Antes del nacimiento, toda alma sería convocada ante Olodumare para seleccionar un Orí. El Orí seleccionado por el alma determinaría el destino de esa persona. Este destino nunca cambiaría. Si el destino escogido determinara que la persona viviría cincuenta años, éste no variaría. Sin embargo, Olodumare estuvo de acuerdo en que la vida de la persona podría ser influenciada, para mejor, si él o ella seguían las enseñanzas de Ifá, Orula.

Olodumare decidió además que, cuando la persona viniera a la Tierra, todo recuerdo de haber seleccionado el Orí sería olvidado. Y a la muerte de la persona, se requeriría que Orí regresara al cielo a la espera de ser seleccionado por otra persona a punto de nacer.

Orishaoko es el orisha responsable de la tierra, la agricultura y la cosecha. Orishaoko protege a los trabajadores y es un fiel amigo. Debido a que es tan digno de confianza, a menudo se le pide que resuelva disputas entre los orishas.

Un día, Obatalá vino a buscar a Orishaoko, porque necesitaba a alguien que cuidara su finca, donde cultivaba ñame sagrado. Estos ñames mágicos podían hablar en la noche, revelando secretos de cómo Obatalá creó la Tierra. Temeroso de permitir que alguien asistiera a los ñames, Obatalá se quedaba despierto por las noches para vigilarlos. Pero finalmente se cansó mucho y no pudo cumplir con sus deberes piadosos.

Le preguntó a Orishaoko si podía ayudarlo a atender su finca. Obatalá le explicó que tenía miedo de que extraños cuidaran los ñames, porque eran mágicos y hablaban en la noche, contando todos los secretos de los poderes de Obatalá. Orishaoko fue a la finca de Obatalá y se quedó la tarde para cuidar los ñames. Cuando comenzaron a hablar, Orishaoko les pidió que se detuvieran. Los ñames se negaron a escucharlo. Orishaoko decidió enterrar los ñames. Le explicó a Obatalá que los ñames crecerían bajo tierra y no hablarían más. La moraleja de la historia es, ten cuidado con las personas que hablan demasiado y revelan tus secretos.



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