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MITOS DE LA SANTERÍA


Originalmente, en África se rendía culto a entre 400 y 1.700 orishas. De estos, solo unos pocos, entre 20 a 25, siendo alrededor de 18 muy populares, se reconocieron en en el Hemisferio Occidental. 

Cuando los orishas viajaron a los Estados Unidos siete fueron elegidos y recibieron atención especial: Obatalá, Elegguá, Orunla, Changó, Oggún, Yemayá y Oshún. Se les conoce como la siete potencias africanas.

Los primeros yoruba desarrollaron mitos sobre los orishas para dar sentido a los peligros, incertidumbres y arbitrariedades del mundo natural que les rodeaba. Estos mitos, y los rituales que los acompañaban, ofrecían explicaciones de por qué las fuerzas de la naturaleza operaron de la manera en que lo hicieron. Los orishas se convirtieron en fuentes de fortaleza y seguridad, en control de fuerzas sobre las cuales los seres humanos no tenían poder. Mares embravecidos, tormentas eléctricas violentas, vientos desgarradores, incluso la muerte no había de ser temida cuando se identificaban con los orishas, los mismos orishas que cuidaban y respondían a las ofrendas de sus devotos.

Así, la Santería desde sus mismos comienzos se ha esforzado por crear armonía con la lado imprevisible de la naturaleza, brindando seguridad a las personas en un mundo inestable. 

La tradición judeocristiana, por el contrario, ha tendido a restar importancia al poder de naturaleza, para “desacralizarla”, como dijo el erudito Mircea Eliade. 

El gran viento del este pudo haber partido el Mar de Juncos para permitir que los esclavos hebreos escaparan de sus amos egipcios; el profeta Elías pudo haber sido capaz de retener las lluvias de los reyes idólatras; Jesús pudo haber calmado un mar tormentoso con una palabra; pero estos hechos se relatan en la Biblia no para explicar los hechos de la naturaleza, sino para explicar a Dios, que no existe en la naturaleza sino por encima de ella.

El surgimiento de la modernidad en Occidente en muchos sentidos fue la sentencia de muerte para mitos y leyendas premodernos. Explicar los fenómenos naturales a través de las interacciones de los dioses en lugar de la investigación científica dejaron de ser aceptables.

Al cristianismo, con su tendencia a colocar a Dios por encima de la naturaleza, le ha ido mejor en tal ambiente que el que tiene la santería. 

La mitología yoruba fue una vez predominante como un hecho literal, y los intentos de leer las leyendas de los orishas simbólicamente no han llevado a que la religión se tome más en serio en una cultura altamente tecnológica influenciada por el Siglo de las Luces. Se ha considerado la santería como exótica, primitiva, folclórica  pero tambien inferior en una especie de escala evolutiva en la que las religiones monoteístas como el cristianismo ocupa los primeros puestos.

Por supuesto, la cultura dominante insiste en que la única forma de una fe como la santería para subir en los rankings es empezar a amoldarse al eurocentrismo cristiano ideal. En consecuencia, en los Estados Unidos los mitos de la fe han sido minimizado, mientras que los marcos psicológicos y éticos han sido resaltados. Así, el número de orishas adorados ha disminuido en cientos si no miles, y las prácticas alguna vez consideradas aceptables - ritos de fertilidad asociados con el orisha Oko, por ejemplo- ahora están siendo cuestionados.

El cristianismo también tiende a ver la dicotomía entre carne y espíritu, entre cuerpo y alma. El primero suele ser retratado como el débil, como un obstáculo para las personas que han alcanzando su pleno potencial espiritual. No menos que el cristiano apóstol Pablo, que vio la carne como una constante piedra de tropiezo: 

“Sé que dentro de mí, es decir, en mi carne, no mora el bien…. ¡Miserable de mí! quien puede librarme de este cuerpo condenado a muerte? (Romanos 7:18, 24). 

Por el contrario, el espíritu connota poder. El espíritu es el encargado de producir frutos que llevan a la vida. Los devotos de la santería no crean tal dicotomía entre cuerpo y alma.

De hecho, estar encarnado es tan bueno y deseable que los mismos orishas participan en ella poseyendo a sus “hijos”. Incluso se podría argumentar que hay connotaciones sexuales a estas posesiones. Antes se esperaba que los individuos se abstendrían de tener relaciones sexuales durante un año después de su ordenación, viendo a su orisha como su nuevo esposo. Incluso el concepto de posesión, comúnmente referido a como “montar”, connota esta unión física, espiritual, emocional y sexual.

Elementos de esto existen en la tradición judeocristiana, porque en la Biblia, Jesús es a menudo referido como el novio de la iglesia. Asimismo, los profetas describieron a Israel como una esposa adúltera cuando el pueblo buscaba otros dioses para su Adoración. Pero en general, la santería ha afirmado el cuerpo a un nivel mucho más elevado, que el que el cristianismo tiene, y esto sigue siendo cierto en los Estados Unidos hoy dia.


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