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GÜEMILERES O FIESTAS EN HONOR DE UN SANTO


Los güemileres son fiestas celebradas en honor de un santo. Se efectúan por varias razones. Una de éstas es agradecer a un orisha un favor particularmente grande. Pero las más impresionantes de estas fiestas de santo son las efectuadas en los aniversarios de los natalicios de los santos. 

Hay sólo cinco orishas cuyas fechas de nacimiento se conocen: 
Babalú-Ayé 17 de diciembre. 
Changó 4 de diciembre. 
Obatalá 24 de septiembre. 
Oshún y Yemayá ambos el 8 de septiembre. 

Estas fechas coinciden con los días consagrados a los santos católicos correspondientes. 

Los más populares de los güemileres son los celebrados en honor de Changó. La fiesta tiene lugar comúnmente en un ileocha o en la casa del santero que está honrando al santo. Es dispuesta una gran mesa con todos los alimentos preferidos por Changó, en particular quimbombó, harina de maíz, manzanas y toda clase de fruta y pasteles. También se sirve la bebida tradicional del güemilere, llamada cheketé, que se hace con naranjas amargas y harina de maíz y se endulza con azúcar morena y almíbar de azúcar de caña. El cheketé es tradicionalmente la única bebida que debe servirse en un güemilere. La mayoría de los santeros conservadores desaprueban las bebidas alcohólicas. 

En estas ceremonias todos fuman, porque se dice que Changó, como la mayoría de los orishas, adora el sabor y el olor del tabaco fuerte. Una iyalocha que conozco, que es hija de Changó, siempre tiene un cigarro en la boca sin importar si está o no en un güemilere. 


Ya que llegaron los invitados, comienza la fiesta con una ofrenda a los ikús. Se lleva un poco de comida al patio o al cuarto de baño donde se cree que comen los muertos. Los alimentos de los muertos siempre son cocinados sin sal. También se ofrecen agua y fruta. Luego de la ofrenda a los muertos se hace una invocación a Elegguá por medio de los tambores bata. 

Olofi, el creador, dio a Elegguá supremacía en todas las ceremonias yorubas, como premio por salvarle en una ocasión la vida. Por lo tanto, todos los rituales en la santería se inician con una oración a Elegguá. 

El akoñrín comienza inmediatamente a cantar con el acompañamiento de los bata y del agogó. Los presentes llevan el compás palmeando y pataleando. Muy pronto el ambiente se hace denso con el humo y el calor de los cuerpos sudorosos. Generalmente es en este instante cuando tiene lugar la atracción principal del güemilere. Uno o más de los omoorishas de Changó (omo-Changó) son poseídos por el dios. Esto se conoce en la santería como subirse el santo a su caballo. En este caso el "caballo" es el omo-Changó. 

Cuando un omo-orisha es poseído por su dios, toma las características atribuidas al orisha. Una mujer poseída por Changó habla de súbito con una voz profunda, de bajo y adopta actitudes muy masculinas. De ordinario, las devotas de Changó usan pantalones debajo de sus vestidos, porque cuando son poseídas por el orisha, a menudo se arrancan las faldas o las levantan por encima de sus cabezas. Esta es una acción típica de Changó, quien es muy viril y quiere mostrar de este modo que no le gustan las faldas en un cuerpo que está ocupando aunque sea en forma temporal. 

Una vez que Changó ha tomado posesión de un cuerpo, desea fumar un cigarro grueso, beber y comer todos sus alimentos especiales. En este momento es mejor no aproximarse al omo-Changó, pues a Changó le gusta probar la fidelidad de sus seguidores, ofreciéndoles un poco de su comida. Con frecuencia arrojará su quimbombó y harina de maíz al piso y comerá directamente en el suelo. Cualquiera que sea lo bastante infortunado para que se le ofrezca un puñado de esta mezcla desagradable, debe aceptarlo y comerlo de inmediato para evitar ofender al dios. Luego que Changó comió y bebió a su entera satisfacción, vuelve su atención a los presentes, quienes le piden entonces consejos respecto a sus problemas y lo interrogan en relación con sus negocios urgentes. La conducta del omo-orisha indica a los santeros experimentados si la posesión es verdadera o simulada. Cualquier fingimiento pretencioso lo ignoran desdeñosamente los santeros, aunque se castiga a veces con oddániko, una azotaina severa con un corto látigo de cuero. Como resultado, la mayoría de las posesiones son genuinas. 

El omo-orisha pierde todo conocimiento durante una posesión y su personalidad desaparece para ser remplazada por la del dios. Un omo-orisha poseído verdaderamente no siente dolor y puede beber aceite hirviendo, tomándolo en sus manos ahuecadas, sin quemarse. Se ha visto a alguna iyalocha poseída por Changó golpeando su cabeza contra un muro con tanta violencia, que se sentía la seguridad de que padecía una contusión cerebral. Pero despertó de su posesión fresca por completo, sin siquiera la sombra de un dolor de cabeza. 

Un omo-Changó poseído puede predecir el futuro con exactitud misteriosa y a menudo describe escenas que tienen lugar a miles de kilómetros de distancia, como si pudiera ver a través del tiempo y del espacio. 

Casi todo el tiempo otros orishas acuden al güemilere para ayudar a un dios o a una diosa a celebrar el aniversario de su nacimiento. Todos bromean, bailan juntos y se divierten mucho, frecuentemente a costa de uno de los presentes en el güemilere. El omo-orisha em raras ocasiones tiene algún recuerdo de lo que ocurrió durante su posesión. Por lo común, después se queja de sentirse atolondrado, sediento y con hambre. 

En uno de estos güemileres, uno de los presentes en la fiesta decidió hacer una mala jugada a un omo-orisha que estaba poseído por Oggún. Molió un poco de vidrio, lo vació en el cheketé del dios y entonces desafió al omo-orisha a beberlo. Oggún bebió el cheketé de un trago y volviéndose hacia el bromista le dijo que mientras que el cuerpo del omo-orisha no sería dañado por el vidrio triturado, el insulto a la dignidad del dios únicamente podía pagarse con la muerte. Al día siguiente, el hombre que tragó el vidrio molido despertó con salud perfecta, mientras que el que puso el vidrio en la bebida lo hizo vomitando sangre y murió de hemorragia interna pocos días más tarde. 

Un orisha no monta en su caballo exclusivamente en un güemilere. Puede decidir poseer un cuerpo siempre que quiera. Se cuenta una historia, ahora clásica, de un santero consagrado a Obatalá, la primera deidad del panteón yoruba. El santero de la historia pidió todos los días durante una semana a Obatalá, quien es el patrón de la plata, que le diera dinero. Pero de algún modo, a pesar de todas sus invocaciones, no recibía el dinero. El santero, enfurecido por el silencio del orisha, envolvió con prontitud la imagen del orisha en un trapo negro y sucio y lo ocultó en su letrina. Puedo añadir en este punto que Obatalá es el dios de la pureza y su color es el blanco. Por lo tanto, el ultraje fue doblemente injurioso. Pocos días después de este incidente, el santero fue poseído por Obatalá, quien lo llevó así a su vecino más próximo. Luego de llegar a la casa del vecino, el orisha dijo a todos que debían informar al santero que debería pagar el tratamiento afrentoso al que había sometido al orisha, permaneciendo bajo techo por un periodo de dieciséis días, sin salir durante ese tiempo. Esto no parecía un castigo muy riguroso, pero el culpable no estaba arrepentido de su acto y después que Obatalá salió de su cuerpo y de que él recibió el mensaje del orisha, se encogió de hombros y volvió a casa sin prestar ninguna atención a la orden del dios. 

Durante toda la semana siguiente participó en todo acto impuro que sabía que ofendería a Obatalá. Después de un mes de estas nuevas acciones osadas, tuvo una pelea con un vendedor callejero que murió accidentalmente en la lucha. Luego de un juicio prolongado, fue hallado culpable de homicidio y sentenciado a dieciséis años de prisión. Para los otros santeros, este fue el castigo de Obatalá a su omo-orisha por sus ofensas repetidas. 

Uno de los orishas más peligrosos cuando se le hace disgustar es la diosa Oshún. Aunque es la diosa del amor y tiene ordinariamente una disposición muy dulce y amigable, cuando se le ofende es inmisericorde y rencorosa. Un santero que conozco me relató que no hace mucho tiempo asistió a un güemilere en la residencia en Manhattan de un abogado de Nueva York muy conocido, en honor de Oshún. Fue una gran fiesta bien provista, llena de manjares, fruta tropical y platillos exóticas Poco después de que comenzó la fiesta, la diosa tomó posesión de uno de sus omo-orishas. Desfiló entre los invitados, envuelta coloridamente en una estola de seda amarilla. El hecho de que el omo-orisha fuera un hombre no impidió que la diosa se comportara con su mayor coquetería. 

Uno de los hombres presentes en el güemilere hizo un comentario ofensivo en voz alta, expresando su opinión del omo-orisha, a quien calificó abiertamente como un trasvesti frustrado. La diosa se acercó al perturbador y señalándolo con el índice, emitió estas palabras enigmáticas: "Cinco irolé para ti y cinco irole para mi omo-orisha". 

Irolé es una palabra yoruba que significa días. Y en verdad, cinco días más tarde, tanto el ofensor como el omo-orisha murieron de la misma enfermedad intestinal (toda el área abdominal está consagrada a Oshún). 

Es un misterio para todos por qué se castigó en este caso al infortunado omo-orisha. 

Cuando los santeros desean que un orisha abandone un cuerpo, hacen que el omo-orisha poseído se siente y cubren su cabeza con un pañuelo blanco. Soplan en sus oídos y piden al dios, en lenguaje yoruba, que salga del cuerpo. Después dicen en voz alta el nombre del omo-orisha hasta que contesta. 

La creencia en la posesión por orishas está arraigada tan profundamente en la santería, que prácticamente toda enfermedad nerviosa, como la epilepsia o la histeria, se atribuye a un orisha que toma posesión de su caballo. 

Luego que los orishas abandonan el güemilere, todos comen y beben alegremente como en una fiesta común. Después los bata rinden homenaje a Elegguá y la ceremonia concluye.




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