Sabemos, Dios mío,
la suerte reservada a
los que violan vuestras leyes
acortando voluntariamente sus días;
pero
sabemos también
que vuestra misericordia es infinita;
dignaos
derramarla sobre el alma de X...
¡Que nuestras oraciones
y
vuestra conmiseración endulcen la amargura
de los padecimientos que sufre
por no haber tenido el valor
de esperar el fin de sus pruebas!
Buenos
Espíritus
cuya misión es asistir a los infelices,
tomadle bajo vuestra
protección;
inspiradle el arrepentimiento de su falta
y que vuestra
asistencia le dé la fuerza
de soportar con más resignación
las nuevas pruebas
que tendrá
que sufrir para repararla.
Separad de él a los malos Espíritus
que podrían de nuevo llevarlo al mal
y prolongar sus sufrimientos,
haciéndole
perder el fruto de sus futuras pruebas.
Tú, cuya desdicha es el objeto de
nuestras oraciones,
¡que nuestra conmiseración endulce tus amarguras
y
haga nacer en ti la esperanza de un porvenir mejor!
Este porvenir está en tus
manos;
confía en la bondad de Dios,
cuyo seno está abierto a todos los
arrepentidos,
y sólo permanece cerrado
a los corazones endurecidos.
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