¡Oh Dios! y vos mi ángel de la guarda,
os
doy las gracias por el socorro
que me habéis enviado
cuando el peligro me
amenazaba.
Que este peligro sea para mí una advertencia
que me
esclarezca sobre las faltas
que han podido conducirme a él.
Comprendo,
Señor, que mi vida
está en vuestras manos
y que podéis quitármela cuando os
plazca.
Inspiradme por los buenos Espíritus
que me asisten, el
pensamiento
de emplear útilmente el tiempo que me concedes
aún en este
mundo.
Mi ángel de la guarda,
sostenedme en la resolución que tomo
de
reparar mis agravios
y de hacer todo el bien que estuviere en mi poder,
con
el fin de llegar con menos imperfecciones
al mundo de los Espíritus
cuando
quiera Dios llamarme.
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