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MAGIA Y BRUJERÍA EN LA SANTERÍA


La magia ha sido definida como "cualquiera de las artes de producir efectos maravillosos por medio de poderes sobrenaturales". La hechicería, por otra parte, involucra una forma de magia en que se hacen encantamientos o se emplean amuletos, "generalmente con un propósito siniestro". 

Esta última definición no es enteramente precisa. El objetivo de un brujo no es necesariamente destructivo en principio. Tal vez una de las descripciones más precisas de un hechicero que he hallado, es la usada por Carlos Castañeda en su libro A Sepárate Reality. En las palabras de don Juan, el maestro indio de Castañeda, un brujo es "un hombre de conocimiento y poder". La hechicería es "aplicar la voluntad de uno a la juntura clave. La brujería es interferencia. 

Un hechicero busca y encuentra la juntura clave de cualquier cosa que quiere afectar y luego aplica su voluntad a ella. Don Juan, como brujo y "hombre de conocimiento", se vale muy frecuentemente, para hacer sus encantamientos y recalcar su dominio sobre el mundo fenomenal, de la ayuda de cualquiera de un número de "aliados" a quienes "manipula" a voluntad. Estos aliados van desde las drogas alucinógenas hasta los espíritus eleméntales y son sencillamente instrumentos utilizados por el brujo para hacer su voluntad. 

Don Juan no cataloga la hechicería como negra o blanca, positiva o negativa. Aún más, dice a Castañeda que los "aliados no son buenos ni malos, sino que son usados por los brujos para cualquier propósito que consideren adecuado". 

De acuerdo con este concepto, un hechicero es un hombre con grandes conocimientos y poderes que puede efectuar a voluntad cambios en su ambiente, sea solo, o con el auxilio de entidades sobrenaturales. Esto no excluye la posibilidad del empleo de la brujería para propósitos malignos. Es una sugerencia bastante vaga en el sentido de que la elección real del bien o del mal depende del hechicero. 

Esta definición de brujo es una descripción muy exacta del trabajo y las aptitudes del santero, "hombre de conocimiento y poder", cuyos aliados son los orishas del panteón yoruba, sincretizados como santos católicos. 


Los actos mágicos del santero incluyen ayudar a sus consultantes a librarse de influencias negativas, curar enfermedades, conseguir empleo, mejorar las condiciones económicas y someter, y frecuentemente destruir, a rivales y enemigos. Como don Juan, el santero no considera su magia buena o mala. Nada más la utiliza para hacer su voluntad, y según su forma de pensar, "los fines justifican los medios". No obstante, el santero es un hechicero cuya obra está dirigida principalmente a aliviar o resolver los problemas humanos que parecen insolubles por medios comunes. Por lo tanto, podría ser clasificado como un mago bueno o blanco; pero aun así, nada más porque él lo prefiere. Y no debemos olvidar que un santero intentará muy a menudo trabajos que sería difícil clarificar como constructivos, tales como el usar sus conocimientos mágicos para castigar o hacer daño de alguna otra manera a un enemigo. 

La magia no puede clasificarse con facilidad como buena o mala. Es en esencia una fuerza neutral, una capacidad para alterar las leyes naturales que forma parte de la constitución mental y espiritual del mago y que puede emplearse indiscriminadamente con propósitos destructivos o constructivos. 

En vez de embarcarnos en una discusión prolongada de los aspectos éticos de la magia, sería más interesante examinar la naturaleza del mal, con el propósito de obtener una comprensión más clara de su mecanismo intrínseco. Hay dos formas del mal: mal negativo y mal positivo. El primero es "la oposición polarizada del bien". Por ejemplo, es difícil caminar sobre una superficie resbaladiza, porque no ofrece resistencia; tiene que haber algo para que el pie empuje contra ello y dar al cuerpo el impulso requerido para dar un paso. El mal negativo es el principio de resistencia, de inercia, que permite que se manifieste el bien. Este principio de resistencia es el aspecto "negativo" del mal negativo. Su aspecto "positivo" es el principio de destrucción, que se conoce también por su nombre esotérico del "basurero de los dioses". 

Según la muy conocida ocultista Dion Fortune, la función del principio de destrucción es "limpiar detrás de la marea en progreso de la evolución, retirando lo que se ha hecho inútil, para que no sofoque u obstruya el curso de la vida". Esto explica por qué Dios "tolera" al diablo, pues éste no es más que el "pedal cósmico de empuje" de la deidad. Así, obviamente es un mal necesario, una reacción basada en leyes cósmicas, no una fuerza caótica o anárquica. 

Por otra parte, el mal positivo tiene como su aspecto negativo el caos absoluto, sustancia informe, y desequilibrio. Es la antitesis del orden y la armonía. Es todo lo innatural y lo que está en oposición directa con el principio creativo del universo. Es la negativa absoluta de las leyes cósmicas de estabilidad y coherencia. El aspecto positivo del mal positivo lo forman las entidades diabólicas que simbolizan las concepciones malvadas del hombre que no son compensadas por un excedente de pensamientos buenos y armoniosos en otros miembros de la misma alma colectiva. De estas inteligencias caóticas fluyen todos los impulsos destructores que tientan y corrompen a la humanidad. Se originaron probablemente mediante la práctica de la magia negra a través de las edades. 

Los magos negros organizaron y modelaron las sustancias malignas originales en moldes plásticos con características y personalidades definidas. Los seres creados así adoptaron una existencia independiente y desarrollaron y multiplicaron con rapidez su especie. A menudo se hacen perceptibles visualmente durante sueños y alucinaciones y pueden conectarse y manifestarse en forma física por medio de invocaciones y conjuros. 

Con mucha frecuencia, ciertos hechizos y encantamientos se cargan con grandes impulsos vibratorios mediante él uso repetido, y actúan como llaves que abren las trampas subconscientes atrás de las cuales pululan toda clase de horrores cósmicos. Una vez desatadas, estas entidades nihilistas temibles deben ser canalizadas con prontitud por el mago negro y usadas para realizar sus propósitos nefandos... pues si aguarda o está inseguro de su acción siguiente, estas mismas fuerzas infernales lo destruirían por completo. De ahí que los que practican con éxito la magia negra son grandes adeptos con conocimientos vastos de las leyes naturales y cósmicas. Deben serlo, para sobrevivir a sus coqueteos constantes con la desintegración espiritual.

Los santeros no emplean fuerzas caóticas en su trabajo. Sus aliados, los dioses yorubas, son manifestaciones directas del principio creativo y por lo tanto, son espíritus de luz. Cuando el santero hace obras mágicas aparentemente destructoras, está usando el aspecto negativo de una fuerza positiva. Por ejemplo, cuando busca venganza sobre un enemigo, puede estar utilizando las fuerzas devastadoras de Oggún, dios de la guerra, o de Changó, dios del fuego, para rectificar una injusticia o para "enderezar un entuerto"; Para evitar convertirse en el receptor eventual de la represalia cósmica por un trabajo de destrucción, el santero tiene el cuidado de declarar que ha sido victima de las maquinaciones malignas de su enemigo y, por lo tanto, tiene derecho a la "justicia divina". Así puede realizar todos los aspectos negativos de sus obras mágicas bajo la égida de las leyes cósmicas. 

En el Caribe hay otra secta, conocida como la de los congos o bantúes, que trabaja exclusivamente con fuerzas malignas. Sus creencias y prácticas serán tratadas en detalle en esta web, pues creo que su obra es de interés tanto para el antropólogo como para el sicólogo. 

La práctica de la magia congo se ha dividido en varías ramas, la más popular de las cuales es la del palo mayombe. Los practicantes de este culto son conocidos como mayomberos y pueden compararse fielmente a los proverviales médicos brujos de la tradición africana. Su malignidad no tiene paralelo en las prácticas ocultas. Sus especialidades son trabajos de venganza, nigromancia y destrucción de la vida humana. La ética y los valores humanos jamás son tomados en consideración por el mayombero, sencillamente porque él existe en un mundo "fuera de la realidad generar'. La magia es para él sólo un medio de supervivencia en un ambiente hostil que amenaza destruir su existencia a cada paso del camino. La idea de castigo cósmico no preocupa al mayombero. Cree que puede escapar a la represalia divina mediante la utilización adecuada de sus facultades mágicas y "pagando" por los "servicios" de las entidades infernales que usa en sus actos mágicos y ceremonias. Este pago consiste en alimentos, licor, algunas monedas de cobre y sacrificios de animales.

Comprensiblemente, ninguna de las fuerzas empleadas por el mayombero han sido sincretizadas, como santos católicos, siguiendo la tradición de los yoruba. No obstante, es interesante hacer notar que la mayoría de los mayomberos sienten un respeto considerable hacia los supuestos poderes de los dioses yorubas y muy pocos de ellos se atreverían a entrar en un enfrentamiento real con uno de los orishas. Es casi como el temor proverbial de los hijos de las tinieblas a las fuerzas de la luz. Esta deferencia reacia de parte del mayombero hacia los dioses yorubas no es sorprendente realmente, si uno considera la gran fama y popularidad de los orishas en Latinoamérica. 

No todas las deidades yorubas representadas por santos católicos poseen el mismo grado de popularidad. Algunos santos atraen más simpatía que otros. Su popularidad es inducida por sus poderes y por la magnitud de su lista de milagros. Los santos se conocen tanto por sus nombres católicos como por sus apelativos yorubas. Muy frecuentemente, a una santa se le conoce como un dios en el panteón africano. Un caso típico es el de santa Bárbara, a quien se le conoce en la santería como Changó, el dios lucumí del fuego, el trueno y el rayo. Como Changó, se concibe a santa Bárbara a modo de un negro gigantesco de facciones fuertes, hermosas y sonrisa contagiosa. Las deidades yorubas son mundanas y pintorescas, llenas de pasiones y simpatías y antipatías ardientes. Se les ha humanizado totalmente a través de los siglos y se piensa que descienden a la Tierra y toman posesión de sus devotos, que son conocidos como sus "hijos". 

La posesión de un creyente por un orisha es un espectáculo asombroso respecto al cual se han hecho muchos estudios sicológicos. El individuo cae en trance y adopta todas las características sobrenaturales del orisha por quien está poseído. Bajo esa influencia puede desplomarse sobre el suelo, retorciéndose y temblando con terribles convulsiones y con espuma saliendo de su boca, o principiar una danza ritual violenta que dura horas sin ninguna indicación de fatiga por parte de la persona poseída. Sin embargo, más a menudo, la persona come y bebe abundantemente y ejecuta actos notables de fuerza y facultades físicas. Bajo esta influencia también puede adivinar el futuro con precisión asombrosa.

Es sorprendente la intensidad de la influencia de la santería sobre los habitantes de los países latinoamericanos. Las creencias y costumbres primitivas, con sus palabras bárbaras de invocación, han llegado incluso hasta las modernas calles congestionadas de Nueva York y Miami, donde la santería florece hoy tan poderosamente como en las islas del Caribe. Según cálculos moderados, en Latinoamérica y Estados Unidos hay más de cien millones de personas que profesan el culto. 

Contrario a la creencia popular, la santería no se limita a los ignorantes e incultos. Algunos de los seguidores más devotos del culto son personas con amplios antecedentes educativos y culturales. Lo que tienen en común en la santería el ignorante y el educado es el convencimiento profundo de que ésta funciona en realidad. Es magia, sencillamente, tanto negra como blanca. Y hace efecto. Su poder es auténtico y vivido. Cuando menos ellos creen que lo es. 

Muchas de las dictaduras en Latinoamérica han sido acreditadas a la magia. Muchos cubanos piensan que Fidel Castro, por ejemplo, debe su éxito y su poder a la magia negra de los mayomberos ("brujos") cubanos. Se rumora que las fuerzas que lo colocaron en su bastión son deidades africanas. Cierto o no, es improbable que lo sepamos jamás. Por lo tanto, la fuerza de la santería reside en la creencia de sus seguidores en los poderes sobrenaturales de sus dioses.


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