Por el rastro de la sangre
que Jesús ha derramado,
iba la Virgen María
buscando a su hijo amado.
Por el camino donde iba
una mujer ha encontrado.
¿Qué haces aquí mujer?
¿Qué haces aquí llorando?
¿Me habrías visto pasar
a mi hijo, Jesús amado?
Dadme las señas, señora,
de vuestro hijo adorado.
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Es más blanco que la nieve,
más brillante que oro y plata;
a su frente trae el sol
y su cara es de ángel.
Por aquí pasó, señora,
por aquí Cristo ha pasado,
con una cruz en los hombros
y una cadena arrastrando,
una corona de espinas
y su cuerpo maltratado.
Me ha pedido que le diera
un paño de mi tocado
para limpiarse el rostro,
que lo tenía sudado.
Tres dobleces tenía el paño;
tres figuras me han quedado.
Si lo quiere ver, señora,
aquí lo tengo retratado.
Oyendo la Virgen esto
cayó al suelo desmayada;
San Juan y la Magdalena
ya iban a levantarla.
Vamos, vamos, mi señora,
vamos presto en el Calvario,
que por presto que lleguemos
ya lo habrán crucificado.
Ya lo ponen a la cruz,
ya le ponen los tres clavos,
ya le dieron la bebida
de amarga hiel y vinagre,
ya le dieron la lanzada
a su divino costado.
La sangre que derramaba
en el cáliz sobresale;
el hombre que bebe de él
será bienaventurado.
Quien esta oración dirá
todos los viernes del año
sacará un alma de penas
y la suya de pecado.
La gracia que pedirá
de Dios le será otorgada;
la del Padre, la del Hijo
y la del Espíritu Santo.
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