Obatalá Orichanlá es el orisha más
importante del panteón yoruba, ya que juega un papel muy decisivo en la
creación.
Obatalá es uno de las pocas divinidades conocidas en toda la región
yoruba y aún fuera de sus límites, algo que no sucede con el culto de otros
orishas.
El nombre Obatalá es una contracción de la frase Oba-ti-o-nla (el
rey que es grande)...
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Otra interpretación etimológica del nombre Obatalá deriva
esta palabra en la frase Oba-a-ti-ala (el rey que se viste de blanco). El nombre
Orichanlá está formado de dos palabras: la primera es orisha (dios) y la segunda
nla (grande). Este dios, es, sin duda, muy antiguo.
Todos los mitos y
tradiciones orales lo señalan como hijo de Olodumare. Aunque algunas
informaciones dicen que Obatalá nació en Igbo y reinó en lranje, lo que pudiera
interpretarse como uno de los muchos casos en la religión Yoruba en que un
personaje histórico es deificado, esas mismas tradiciones explican que Obatalá
es un dios de los cielos. Según ellas, Obatalá vino a la tierra por encargo de
la Deidad. Ningún mito, ninguna información relacionan a este orisha con un
personaje histórico; como sucede con el dios del trueno Changó.
Según el
mito:
Olodumare creó al mundo, que en sus orígenes no era más que un gran
pantano lleno de marismas y de animales salvajes. Los orishas solían bajar al
mundo por medio de grandes telas de araña. Venían a estos pantanos con el
propósito de cazar y de entretenerse explorando estas áreas desconocidas.
Estonces se le ocurrió a Olodumare la idea de crear la tierra sólida. El Ser
Supremo, llamó a Obatalá y le entregó un puñado de tierra seca contenida en el
carapacho de una babosa. También le entregó un pollo de cinco dedos y una
paloma.
Obatalá bajó al mundo en busca del lugar apropiado para echar puñado
de tierra seca. El lugar escogido se llamó Ifé. Una vez que hubo derramado la
tierra, soltó al pollo y a la paloma quienes inmediatamente empezaron a regar la
tierra en todas las direcciones hasta que gran parte del pantano quedó
cubierto.
La creación de la tierra tomó cuatro días. El quinto fue dedicado a
adorar al Ser Supremo y a descansar. Como Olodumare quedó muy satisfecho con la
labor de Obatalá, lo mandó de nuevo a la tierra para que la poblara y
embelleciera. Esta vez Obatalá iba acompañado por Orúnmila, el dios de la
sabiduría y de los oraculos. Los dos orishas trajeron varios árboles, entre
ellos la palma. También trajeron a un grupo de seres humanos creados por
Olodumare para poblar la tierra. Al frente de estos primeros pobladores iba un
hombre llamado Ore-luere.
A Obatalá, como a la Deidad, se le da el título de
Eleda ( el hacedor) en reconocimiento de su rol como creador de la tierra
sólida. Más tarde, Olodumare le asignó una función de mayor importancia y
trascendencia:
Obatalá sería, desde entonces y por todo el futuro, el creador de
las formas físicas del ser humano. Olodumare se reservó el poder de darles vida,
pero Obatalá se convirtió en la divinidad escultora de la forma humana, que
debía moldear en barro. Por eso él es Alamo Rere (el que trabaja con el mejor
barro y moldea los cuerpos humanos). Esa es la razón por la que cualquier
imperfección física que tenga una persona al nacer es considerada como debida a
un castigo o descuido de Obatalá. Por ello, las personas que tienen defectos
físicos deben dedicarse al culto de este dios, sobre todo los albinos, a quienes
se les llama Eni orisha (los votarios del orisha).
Las mujeres en estado
frecuentemente le hacen ofrenda a Obatalá y cuando la mujer acaba de hacer su
ofrenda el sacerdote le dice: Ki oricha ya na re ko ni o (que Orichanlá nos haga
una buena obra de arte).
Obatalá es el dios de la paz y el orden y el protector
de las puertas de la ciudad en cuyas entradas se coloca su imagen como caballero
con lanza, atendido por una serpiente, una tortuga, un pez y un
leopardo.
Obatalá es el orisha de la seguridad, lo llaman Adimula (al que se
le tiene por seguro). El es llamado Obata Arugbo (el antiguo rey padre)
refiriéndose a su carácter de rey y padre de todos los orishas. También se le
llama Ibikeji Edumare (el Diputado de Olodumare).
Frecuentemente los dioses
acuden a él para que interceda en su favor ante Olodumare. El título Alabalese
(el Proponente que lleva el cetro) pertenece a Olodumare pero frecuentemente se
le da a Obatalá, pues de acuerdo con un mito, cuando bajó a la tierra Olodumare
le entregó Odu (la suprema autoridad) para que sus mandatos fueran obedecidos
por todos, incluso por los dioses.
Los Yoruba representan a
este dios como a un viejo respetable, bondadoso y autoritario siempre vestido y
adornado de blanco. En Ilé Ifé se conservan muchas imágenes de Obatalá; en
muchas de ellas aparece acompañado de su esposa Yemowo. En esa ciudad, Obatalá,
personifica al cielo y Yemowo, al agua, formando la pareja creadora. En otras
partes de Yoruba, Obatalá, el cielo, es el esposo de Oduduwa, la diosa de la
tierra.
En diferentes partes de Yoruba se le conoce con nombres distintos,
aunque su culto y atributos en todas partes son muy similares. En la ciudad de
Ifón lo llaman Olufón. En Owú le dicen Oricha-rowu. En Oba lo adoran bajo el
nombre de Oricha Oloba. En Ijay le dicen Oricha Ijaye. En Ketou le dicen
Ayágguna, en Ejigbo lo llaman Ochagiyan. En Ilé Ifé, la ciudad sagrada de los
Yoruba, se le adora con tres nombres distintos según el barrio de la ciudad
donde se le venere. Así se le conoce con nombres de Oricha Ideta, Oricha Akire y
Oricha Ijugbe. La importancia de este dios es tal, que el Oni, príncipe
sacerdote de Ilé Ifé y jefe espiritual de todos los Yoruba debe presentarse a
Obatalá el día de su coronación para recibir del rey de los dioses el cetro de
autoridad que lo convierte en gobernante divino.
Los templos de Obatalá están
pintados de blanco, blancas son las cuentas de su collar y sus emblemas están
guardados en recipientes de este color que simboliza la pureza. Todos sus
sacerdotes y sacerdotisas han de ir siempre vestidos y adornados de blanco. Sus
sacerdotes y seguidores sólo pueden comer comida blanca cocinada con mantequilla
de Chea y nunca pueden ser cocinados con el aceite rojo de la palma.
El agua
de sus templos ha de cambiarse todos los días. Una mujer virgen o una anciana de
buena reputación, son las encargadas de ir a buscar el agua de mañana bien
temprano a un manantial. Han de coger esta agua purísima antes que persona
alguna haya maculado con su presencia la pureza del manantial. Con frecuencia y
haciendo referencia a este aspecto de su culto se dice de sus seguidores : «Su
vida debe ser tan clara como el agua que se recoge del manantial temprano en la
mañana».
A este dios se le debe ofrecer la variedad blanca y amarga del
coquito de Kola, la roja no se le puede ofrecer ni la pueden comer sus
seguidores. El vino de palma es tabú para él y para sus fieles, pues según el
mito, Obatalá se vio envuelto en graves dificultades por beberlo.
Obatalá,
como se puede apreciar, es el orisha más importavnte del panteón Yoruba. Como a
la Deidad no hay que rendirle culto, toda la actividad religiosa se vierte en
los orishas y principalmente en Obatalá, el Vice-Regente de Olodumare. El papel
tan importante que desempeñó en la creación de la tierra y de los hombres, los
atributos excelsos que posee, su relación íntima con la Deidad, parecen indicar
que hubo un proceso de desplazamiento de la Deidad por su hijo
Obatalá.
Patakí de Obbatalá
Cuentan
que gobernando Obatalá en la tierra ocurrió que la muerte, Ikú, Ano la
enfermedad, Eyó, la tragedia, Ofó, la vergüenza y Eyé, la sangre, tuvieron mucha
hambre porque nadie moría, ni se enfermaban, ni peleaban, ni se abochornaban,
resultando que el bien de uno era el mal de los otros. Entonces Ikú, Ano, Ofó.
Iña y Eyé decidieron para subsistir atacar a los súbditos de Obatalá. Obatalá
toda prudencia aconsejó a los suyos y les prohibió que se asomasen ni a las
puertas ni a las ventanas, ni salieran a las calle por nada. Y para calmar a Ikú
, Ano, Oló y Eyé les pidió que tuvieran calma, pero el hambre que sufrían ellas
ya era atroz y decidieron salir a las 12 día, con palos y latas, produciendo un
gran estruendo por todo el pueblo. Y las gentes curiosas se asomaron sin pensar
a las ventanas. Ikú aprovechó y cortó gran número de cabezas. Luego a las 12 de
la noche volvió a oírse un ruido ensordecedor los imprudentes salieron a las
calles y otro se asomaron a las puertas y ventanas. Nuevamente Ikú cortó gran
número de cabezas. Desde entonces a las 12 del día y a las 12 de la noche: Ikú,
Ofó, Iña y Eyé rondan la calles en busca de víctimas, mas, las personas juiciosa
a esas horas se recogen en sus casas implorando a Obatalá que las proteja.
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