Un caluroso día de verano, luego de una ardua jornada de trabajo y disfrutando del descanso merecido, bajo la sombra de una señoril ceiba, varios hombres oían con atención a Ta Pablo quien con voz firme contaba una historia de Okana Iroso, y decía:
Un día Changó estaba paseando por los montes cuando oyó un gemido pidiendo auxilio. Asustado, miró a su alrededor y encontró a un hombre gravemente herido tendido sobre la maleza.
El hombre había perdido una pierna, un brazo y sobre el ojo tenía una gran herida que sangraba profusamente. Changó recogió al hombre y comenzó a curarlo con plantas que encontró en el lugar.
Al despertar el hombre preguntó ¿quién eres? ¿qué haces en el monte? contestándole éste:
Yo soy Changó, estaba perdido entre la maleza y no podía encontrar la salida; en ese momento me tropecé con usted que estaba mal herido y quise socorrerlo.