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PATAKI DE ELEGGUÁ

 
 
En cierta oportunidad Olofin padecía de un mal misterioso que agravándose por el día le impedía trabajar en sus labranzas . Todos los santos habían intentado aliviarlo al menos, pero sus medicinas no habían logrado ningún resultado.
 
El Padre de los Orishas, el Creador, ya no podía levantarse, pues se encontraba extenuado débil y adolorido.
 
Eleggua pesar de sus pocos años pidió a su madre Oyá (según unos) que lo llevase a casa de Olofin.
 
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Asegurándole que lo curaría. Oyá lo llevó. Elegguá escogió unas yerbas, hizo un brebaje y tan pronto el viejo se lo tragó, haciendo una larga mueca, empezó a sanar y fortalecerse rápidamente. Agradecido Olofin, ordenó a los Orishas Mayores que precedieran a Elegguá, las primicias de toda ofrenda. Depositó en sus manos unas llaves y lo hizo dueño de los caminos.
 
Desde aquel día se toleran con ilimitadas complacencias las picardías de Elegguá.
 
Elegguá abre y cierra todos los caminos y las puertas, tiene las llaves del destino. Es espía y mensajero de los Dioses, por su genio de niño revoltoso siempre dispuesto a alguna travesura malévolo además por naturaleza: cuando es Exhú, por suerte, se le soborna fácilmente pues es comilón y goloso como los Ibeyis, predilectos de Obatalá y Changó.
 
Elegguá esta en todas partes acechando, es dueño de los papalotes, bolas, trompos, etc.
 
Elegguá comía en las basuras, esta lo alimentaba, pero al enfermar de gravedad Olofin, fueron todos los inteligentes a verlo, nadie pudo curarlo. Elegguá se puso un gorro blanco (como el que usan los Babalawos) y con sus yerbas lo curó muy pronto.
 
El viejo dijo: Y con tantos sabios como tengo y ninguno se sirvió a curarme. Elegguá, pide lo que quieras muchacho. Y este que conocía la miseria le contestó: Comer antes que nadie y que me pongan en la puerta para que me saluden antes que a nadie también.
 
Así será, dijo Olofin, y además te nombro correo.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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